jueves, 30 de diciembre de 2010

Fugaz.

Apareces, de repente, sin esperarte. Sumida en la oscuridad, me ayudaste a encontrar el interruptor de la luz. No sabía qué me iba a encontrar, todo era nuevo para mí. Para los dos. Confesiones, anécdotas, experiencias. Risas, sonrisas. Bromas, un par de refrescos y todo el tiempo por delante. Y más minutos, y más horas. Sonríeme, me encanta. Mírame, no tengas miedo. No voy a hacerte daño. Yo estaré contigo, no te dejaré. No sufrirás como lo has hecho, confía en mí. ¿Confías en mí? Sí. No sé por qué, realmente no te conozco, pero sí. Ciegamente. Háblame, bésame. Abrázame. Estamos locos, pero me gusta. ¿Qué es la vida sin locuras?. Nada. Te echo de menos, no te enfades. Despacio y rápido a la vez, qué contradictorio. Da igual, me gusta. ¿Para siempre? No lo sé. Eso da igual. Vive el ahora, no el mañana. Ni el ayer. No recuerdes. Olvida conmigo. ¿Dónde vas? No te vayas. No escuches... Y te vas. Tan pronto como llegaste, te vas. Sin mediar palabra. Sin dar explicación. Sin un beso de despedida. Adiós... o hasta pronto. Pero apaga la luz de nuevo, no tiene sentido dejarla encendida si ya no estás aquí.

viernes, 29 de octubre de 2010

¿Dónde estás?

Te busco y te busco... y, cuando te encuentro, te vas de la misma forma que has llegado. Deja de confundirme, no me engañes más. Creía que eras de otra forma, que me harías feliz, que sabrías sacarme siempre una sonrisa. Que contigo no me haría falta nada más, que estaría siempre arropada. Una falsa ilusión, por supuesto. No eres cómo te pintan, no existe la perfección con la que tantos y tantos te describen. Es todo apariencia, no hay nada cierto detrás.

Porque... realmente sólo sabes traer desilusiones. Dejas rastro allá por donde vas... y anda que no cuesta espolsar luego todos tus restos... Vete. No vengas en vano. Si vienes, que sea para quedarte. ¿Mucho pedir? Sí. Nunca has permanecido aquí, ¿por qué ibas a hacerlo ahora?. Ten cuidado, porque, cuando me busques quizá ya sea demasiado tarde... pero... ¿qué voy a decir yo del amor, ese gran desconocido?

jueves, 5 de agosto de 2010

Dos años.

Siempre he creído que mi príncipe estaba en alguna parte. Hace dos años lo encontré. Sí, eso creía. Nunca antes había sentido lo que era el amor. Bueno, miento. Algunas películas habían conseguido hacer que lo sintiera, incluso de una forma más acentuada de lo que lo he sentido en la realidad, o por lo menos, un poco más perfecto.

Me sentía dichosa. Dichosa porque alguien, porque él hubiera puesto sus ojos en mí. Hipotéticamente, pues nos conocimos por internet. Primero, dudas. Dudas porque la distancia es muy traicionera y hace mucho daño. Pero cuando dos personas sienten algo, es fácil distraerla. Y lo hicimos durante un año y unos meses. Hasta que me armé de valor y me subí a ese autobús que me llevaría hasta sus brazos. Fueron 3 días increíbles. Sentí miedo de que después de tantas esperanzas puestas en aquello, no funcionara. Pero desapareció cuando estuvimos juntos. Y, como todas las cosas de la vida, nada es para siempre: Tocó despedirse. Subí de nuevo al autobús que me devolvería a mi ciudad y lo ví marcharse. Mis lágrimas no cesaron en todo el viaje.

A los tres meses volví. No podía esperar ni un minuto más. No podía esperar a que él pudiera venir. Necesitaba sus brazos, sus besos, su olor, su sonrisa .Unos días y de nuevo la despedida, las lágrimas en la estación y la incertidumbre de no saber cuándo sería la próxima vez, si es que la había.

Como podéis imaginar, no la ha habido. Sus promesas se quedaron y siguen quedándose en meras palabras. Sus te quieros ya no tienen, ya no pueden tener el valor que tuvieron. No merezco el trato recibido después de darlo todo por él. No quiero más desprecios sin merecerlos, no quiero más palabras que caigan en saco roto. "Iré", "Nos veremos pronto", "Tengo ganas de besarte", "Te quiero"... No, no mientas. No mientas más. Deja que me pierda por el camino de mi vida y no quieras acompañarme con promesas. Acompáñame con hechos, tócame, mírame, dímelo. Dímelo, pero a los ojos. Y, sino, déjame recoger los pedacitos que has hecho de éste corazón, deja de pisotearlo.

Y lo peor... lo peor no es eso. Lo peor es que, en el fondo, sigo creyéndote. Sigo creyendo que vendrás, que demostrarás lo que todavía aún no has demostrado, después de DOS años... Pero qué voy a hacer yo, si como bien dijiste, sólo soy un intento de princesa...